La pornografía trae con ella una clase de pseudo-arrepentimiento. Inmediatamente después de que “ha terminado“, el participante siente una clase de repugnancia y autoaversión. Aun la conciencia cauterizada raramente quiere escribir canciones de amor en celebración por su auto-satisfacción pornográfica. Típicamente -al menos aquellos que tienen una especie de identidad moral Cristiana- el acto pornográfico es seguido por una resolución de nunca volver a participar de él.
En el desierto, Jesús huye de la tentación de Satanás no porque no le gusta el pan, sino porque quiere más pan del que Satanás puede proveer y porque quiere el pan de la comunión con su Padre y con su esposa (la iglesia). El díablo ofrece una comida auto-satisfactoria, devorada en el desierto. Jesús quiere un banquete matrimonial con su iglesia “como una esposa ataviada para su marido“ (Ap. 21:2) en la nueva Jerusalén.
Tomado de http://www.theolo-gian.com/
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