domingo, 17 de junio de 2012

APRENDIENDO A ORAR


David oró cuando estuvo en la cueva. Si tiempo después, cuando estuvo en su palacio, hubiera orado siquiera la mitad de lo que oro cuando estaba en la cueva, todo hubiera sido mejor para él. Si hubiera estado mirando hacia el cielo, si su corazón hubiera estado en comunión con Dios, nunca hubiera mirado a Betsabé, y jamás habría cometido  ese tremendo pecado crimen que manchó horrendamente todo su carácter.
El nuestro no es un Dios de las colinas solamente, sino también  de los valles. Él es tanto el Dios del mar como de la tierra. Él escuchó  a Jonás cuando estaba aprisionado –al parecer para siempre- en el vientre del gran pez. Cualquiera que sea su lugar de trabajo, allí puede orar. Dondequiera que se acueste, allí puede elevar su oración. No existe un lugar al cual pueda ir y alejarse de Dios, y no hay un momento, del día o de la noche, en el cual el trono de Dios sea inaccesible. Las cuevas han podido escuchar las mejores oraciones. Algunos de los hijos e hijas de Dios brillan mejor en la oscuridad. Muchos de los herederos del cielo oran muy bien solo cuando están en necesidad. Algunos cantan en su lecho de enfermos, pero cuando están bien de salud, raramente lo hacen. Otros alaban a Dios bajo el fuego de la aflicción, pero no lo hacen antes de que la prueba llegue.
Otros alaban a Dios bajo el fuego de la aflicción, pero no lo hacen antes de que la prueba llegue.
David  iba ser rey de Israel. ¿Cuál sería su camino al trono en Jerusalén? Ese camino  pasó primero por la cueva de Adulam. Tuvo que pasar por allí como un comienzo, porque esa era la manera en que se convertiría en rey. Cuando Dios está a punto de llevarlo a usted a un nivel espiritual más alto, primero le hace descender. Él le hace sentir hambre antes  de alimentarlo bien; Él lo desnuda antes de vestirlo; lo convierte en nada, antes de hacer de usted algo grande. Jacob llegó a ser el “Príncipe de  Dios” cuando Dios tocó su cadera y lo puso a cojear. No se asombre si tiene que pasar por la cueva. Allí es donde Dios le enseñará a orar.
CHARLES SPURGEON

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