Las piedras solo se parten por fuertes golpes de martillo, y la piedra de cantería es aún más resistente. Use el martillo de la diligencia y permita que las rodillas se ejerciten en la oración. No existe en la revelación una doctrina útil que como piedra no se haga pedazos cuando usted se ejercita la oración y la fe. “Orar bien es estudiar bien” era un sabio proverbio de Martin Lutero. Usted puede lograr lo que se proponga si utiliza la palanca de la oración. Los pensamientos y las ideas pueden ser como las cuñas de acero que penetran en la verdad, pero la oración es la palanca que abre el cofre de hierro de los misterios sagrados. El reino de los cielos se hace fuerza y los valientes lo arrebatan. Si tiene cuidado de trabajar con la poderosa herramienta de la oración, nada se le puede resistir.
El creyente puede descubrir experiencias mayores y tener un conocimiento más profundo de la vida espiritual pasando más tiempo en oración. No todos los progresos de la vida espiritual son igualmente fáciles de alcanzar. Tenemos los hechos comunes como el arrepentimiento y la fe, pero también hay un ámbito mucho más alto de una unión consciente y una comunión íntima con Cristo. Todos los creyentes pueden ver a Jesús, pero no a todos se les permite meter los dedos en los orificios que dejaron los clavos. No todos tienen el privilegio de reclinarse en el hombro del Señor, o de ser llevados al tercer cielo.
La mayoría de los cristianos solo se han sumergido hasta los tobillos en las aguas de la experiencia cristiana. Algunos tal vez se han aventurado hasta tener el agua al nivel de sus rodillas. Otros, más pocos aún, han permitido que les llegue hasta el hombro. Pero para muy pocos llegan a ser un río en el cual pueden nadar y cuyo fondo no pueden tocar. Hay alturas en la experiencia del conocimiento de las cosas de Dios que nunca ha visto el ojo de águila de la perspicacia humana y de la filosofía. Existen sendas secretas que no ha aprendido a trasegar el cachorro de león de la razón del juicio. Solo Dios nos puede llevar hasta estos lugares, pero el carro en el cual nos lleva y los ágiles corceles que lo tiran son las oraciones que prevalecen.
Por Charles Spurgeon
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