jueves, 13 de junio de 2013

LA MUERTE DEL EVANGELISMO

¿ACASO HAN PASADO ya los gloriosos días del evangelismo, y para siempre? ¿Nunca habrá otra vez un Wesley, un Finney, un Moody? ¿Es que las ciudades no volverán a ser agitadas por podero­sos avivamientos como en los días pasados? ¿Es verdaderamente cierto que los días del aviva­miento han pasado ya, y que el evangelismo ha muerto? Mi respuesta es «Sí» y «No».
El otro día uno de nuestros periódicos cana­dienses venía con una fotografía de D. L. Moody y un breve reportaje sobre su gran campaña en Toronto en el Auditorio Massey en 1894. Hablaba de las enormes multitudes, de su predicación, y de cómo agradeció públicamente a Hart A. Mas­sey, mientras él estaba en su palco privado, por el donativo del Auditorio Massey a la ciudad. Y a continuación hablaba de la gran campaña de Moody como sigue:
«La historia de D.L. Moody es la de una época de evangelismo heroico que se ha ido, quizá para no volver. Aquella época tuvo un brillo espiritual propio. No habían radios, ni teléfonos, ni tranvías, y tampoco hasta que Moody era ya muy vie­jo, lámparas eléctricas.»
En un número posterior de aquel mismo periódico, salía un relato de las grandes reuniones de los señalados evangelistas canadienses, Crossle y Hunter, en Ottawa, cuando Sir John A. MacDonald, el primer Ministro que hubiera en Canadá, a continuación de un escrutador sermón del señor Hunter, se puso sobre sus pies y profesó públicamente su fe en Cristo. Esto fue en 1889, el año en que nací.

Poco tiempo antes de morir, el doctor Crossley asistió a algunos de mis cultos. Hunter, con quien había viajado durante un cuarto de siglo en la obra de evangelización, había ya dormido en el Señor. La generación actual no le conoce. Para la mayor parte de los que están ahora activamente dedicados al servicio cristiano, las glorias del pa­sado han sido olvidadas. Pero, el contemplar al doctor Crossley, y a otros guerreros de cabellos plateados que habían estado en el centro de la ac­tividad evangelística, pensé en las grandes esce­nas que tuvieron lugar hace más de una genera­ción, cuando el evangelismo estaba en su punto más candente, y me pregunté si tal cosa volvería a ser experimentada por la generación actual o por la que venga después.

Oswald  J. Smith

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