"Canta, Musa Celestial, la primera desobediencia del hombre y el fruto de aquél árbol prohibido, cuyo gusto mortal trajo al mundo la muerte y todas nuestras desgracias, con la pérdida del Edén”…
“De una sola ojeada y atravesando con su mirada un espacio tan lejano como es dado a la penetración de los ángeles, vio aquel lugar triste, devastado y sombrío; aquel antro horrible y cercado, que ardía por todos lados como un gran horno. Aquellas llamas no despedían luz alguna; pero las tinieblas visibles servían tan sólo para descubrir cuadros de horror, regiones de pesares, oscuridad dolorosa, en donde la paz y el reposo no pueden habitar jamás, en donde no penetra ni aun la esperanza”.
“El abismo no tiene límites ni vacío, porque Yo soy el abismo; lo infinito está lleno de mí. Pero Yo, a quien nada puede contener, me retiro y no extiendo por todas partes mi bondad, que es libre de obrar o de no obrar: el Hado y la Necesidad en Mí no influyen: mi voluntad es el Destino”.
“Faltaba la obra maestra, el fin de todo lo que se había hecho; un ser que no anduviese encorvado, ni que fuera irracional como las demás criaturas, sino que, dotado de la santidad de la Razón, pudiera erguir derecha su estatura, y elevar su frente serena… Hagamos ahora al Hombre a nuestra imagen y semejanza, y tenga dominio sobre los peces del mar, y sobre las aves del cielo, y sobre las bestias, y sobre toda la tierra”.
“El Enemigo, oculto bajo la apriencia de una serpiente, había salido de su retiro buscando el sitio donde más probablemente pudiera encontrar a los dos únicos seres de la especie humana, y en ellos, a toda la raza, que era su prometida presa”.
“No creas que, aunque el hombre no existiese, carecería el cielo de espectadores, y Dios de alabanzas; mientras velamos, mientras dormimos, millones de criaturas espirituales marchan invisibles por el mundo”.
“Los Dioses fueron los primeros que existieron, y se prevalen de esta ventaja para hacernos creer que todo procede de ellos, pero lo dudo, porque, al paso que veo esta hermosa tierra que con el calor de los rayos del sol produce tantas cosas, ellos no producen nada. Si lo producen todo, ¿quién ha encerrado la Ciencia del Bien y del Mal en este árbol, de tal suerte que el que come de su fruto adquiere al momento la sabiduría sin su permiso?. ¿Cuál sería la ofensa del hombre por alcanzar este conocimiento?”.
“La Tierra tembló en sus entrañas, como si se renovasen sus tormentos, y la Naturaleza lanzó un segundo gemido. El cielo se oscureció, dejó oir un trueno sordo y derramó algunas tristes lágrimas, cuando se consumó el mortal pecado original” .
¡Oh Vergüenza, hija del Pecado, cuánto has turbado a la raza humana, con apariencias de pureza!. ¡Has alejado de la vida del hombre su vida más dichosa, la sencillez y la inmaculada inocencia!.
“Hijos míos, el Hombre es ya como uno de nosotros; conoce a la vez el Bien y el Mal desde que ha gustado el fruto prohibido; pero sólo puede vanagloriarse de conocer el Bien perdido y el Mal ganado: mucho más feliz sería si le hubiera bastado conocer el Bien por sí mismo, y de ningún modo el Mal”.
“En adelante sabré que sufrir por causa de la Verdad es elevarse con valor a la más alta victoria y que, para el fiel, la Muerte es la puerta de la Vida… Asidos de las manos y con inciertos y lentos pasos, siguieron a través del Edén su solitario camino”.
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