Dios ha preparado una armadura espiritual para sus hijos: «Por lo demás, hermanos míos, fortaleceos en el Señor, y en el poder de su fuerza» (Efesios 6:10, 11, 13). Esta armadura consta de: (a) el cinto de verdad; (b) la coraza de justicia; (c) el calzado del apresto del evangelio de la paz; (d) el escudo de la fe; (e) el yelmo de la salvación; y (f) la espada del Espíritu, que es la Palabra de Dios (vv. 14-17).
Debido a la naturaleza de la lucha intercesora, uno nunca sabe a cuánta gente habrá alertado el Espíritu Santo para orar en un determinado momento o por una situación específica. Algunas necesidades de oración constituyen emergencias repentinas de las que no ha habido previo aviso; quizá usted sea el único a quien el Espíritu asigne orar por esa persona o por ese aspecto particular de la necesidad. O también, a causa de la gravedad del apuro, tal vez forme parte de un grupo de varios asignados a la batalla en cuestión. En algunos casos, sin embargo, usted puede ser el compañero clave del Espíritu Santo en la oración debido al conocimiento que tiene de la persona afectada o a su especial relación con ella.
Otras necesidades de oración son antiguas: tal vez Satanás se halle fuertemente atrincherado y tenga a sus fuerzas amontonadas contra determinado individuo o grupo de individuos; en tal caso, quizá se necesite una batalla de oración prolongada por parte de mucha gente para hacer posible la victoria de Dios. Ya sea que usted está solo en la lucha intercesora o forme parte de un grupo numeroso, su oración siempre resulta estratégicamente importante para el plan de Dios.
Wesley Duewel
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