El predicador que repite en sus sermones «arrepentíos, levantará contra si las iras de esta Edad, acabará por ser apaleado sin misericordia por una generación cuya moral desafía. Sólo hay un final para semejante hombre, el del Bautista: «Cortarle la cabeza.» Es mejor, pues, que no trates de predicar el arrepentimiento hasta que hayas asegurado tu cabeza en el Cielo.
Porque el sistema en que funciona la cultura y la tradición debe de cuestionarse. Porque las masas no tienen razón. Porque surgen filosofías que transgreden la Revelación. Nosotros somos la resistencia y defenderemos la fe que les fue dada a los que trastornaron su entorno social. Nosotros, la resistencia conquistaremos los reinos para El Reino.
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