Es nuestro deseo transcribir una noticia un tanto polemica:
Psiquiatras
podrían declarar la religiosidad en los niños como una enfermedad mental
La religión puede ser una fuente de consuelo que mejora el
bienestar. Sin embargo, algunos tipos de religiosidad podrían ser una señal de
problemas más profundos de la salud mental.
Al ver a sus hijos orar con más ganas que de jugar
videojuegos, la mayoría de los padres gritarían: “¡Aleluya” o cualquiera que
sea su expresión de alegría. Y deberían. La investigación muestra que la
religión puede ser una fuerza positiva en la vida de los niños, al igual que lo
puede ser para los adultos.
La psicóloga de la religión Bill Hathaway, Decano de la
Facultad de Psicología y Consejería en la Universidad Regent, dice que la
religión “tiene que ver con que el niño tenga un mayor sentido de autoestima,
un mejor ajuste académico y menores tasas de abuso de sustancias y comportamiento
delictivo o criminal.”
Así que si su niño lee la Biblia después de la escuela y ora
con regularidad durante todo el día, puede respirar un suspiro de alivio. Es un
buen chico. Mi hijo está bien.
O tal vez no… La devoción de su hijo puede ser algo grande,
pero hay algunos niños cuyos ritos religiosos necesitan una mirada más
profunda.
Para estos niños, una práctica con exceso de celo de su fe
familiar – o incluso de otra fe – puede ser un signo de un problema de salud
mental subyacente o un mecanismo de defensa para lidiar con el trauma o el
estrés sin dirección.
Los terapeutas privados informan que están viendo a niños y
adolescentes a través de una serie de creencias religiosas cuya práctica puede
ser problemática. La cantidad de tiempo que dedican a la oración, o a otros
actos de la práctica espiritual, no es tan importante, dicen, como la calidad
de esta devoción, y si ayuda a los niños o lugar de ello los aíslan y debilitan
su trabajo escolar y sus relaciones. Los niños con trastorno obsesivo-compulsivo
(TOC), por ejemplo, rígidamente pueden repetir versos sagrados, por ejemplo el
Ave María o centrarse en otros rituales menos por un sentido más profundo de su
fe, sino más bien como una expresión de su trastorno. “Parece positivo, pero podría
ser negativo”, dice Stephanie Mihalas, profesor de la UCLA y psicólogo clínico
licenciado.
Tal comportamiento ritualista, dice, también puede reflejar
la manera de un niño de hacer frente a la
ansiedad, y en realidad no podía ser
más espiritual que el lavado de manos fanático o el temor a caminar sobre las
grietas de las baldosas de la calle. “Estos niños temen que si no obedecen sus
reglas religiosas perfectamente”, explica Carole Lierberman, MD, un psiquiatra
de Beverly Hills, “Dios les castigará”.
Algunos niños sufren de escrupulosidad, una forma del
trastorno obsesivo compulsivo que implica un sentimiento de culpa y vergüenza.
Las víctimas se preocupan obsesivamente de que han cometido blasfemia, han sido
impuros o han pecado de otra manera. Ellos tienden a concentrarse en ciertas
reglas o rituales en lugar de en la totalidad de su fe. Se preocupan de que
Dios no los perdonará. Y esto puede señalar el inicio de la depresión o la
ansiedad, dice John Duffy, un psicólogo clínico del área de Chicago que se
especializa en adolescentes. “Los niños que han cometido “errores” con el sexo
o el consumo de drogas”, dice, “pueden tener dificultad para perdonarse a sí
mismos”.
Tal meticulosidad con las prácticas religiosas no parece tan
dañina, pero los comportamientos extremos, como los delirios o alucinaciones
pueden ser un signo de enfermedad mental grave. Al ver y escuchar cosas que no
están allí pueden ser síntomas de psicosis maníaco-depresiva, trastorno bipolar
o esquizofrenia de inicio temprano. Pero los padres pueden estar menos en
sintonía con tal comportamiento poco saludable cuando se produce bajo el
pretexto de la fe.
¿Cuándo levanta estas banderas rojas la religiosidad? La
prueba fundamental se centra en cómo los niños están funcionando en el resto de
sus vidas. ¿Están haciéndolo bien en la escuela, practican deportes o música,
se socializan con amigos? Si es así, entonces su fe es probablemente una fuente
de fortaleza y capacidad de recuperación. Si, parece que las prácticas
religiosas y rituales pueden haberse adueñado de su vida cotidiana, y
desplazado sus actividades normales, los expertos sugieren tomar medidas para
comprender lo que está provocando que se centren en la fe.
En Radicalidad y Resistencia decimos:
- Estos trastornos nos hablan de la necesidad de la salud emocional en creyentes.
- La necesidad de la educación cristiana.
- Todos los que somos padres buscamos que nuestros hijos sean adoradores. Nos deleitamos al verlos orar y adorar, y debemos deleitarnos al verlos desarrollar las otras áreas de su vida y su adaptación a la sociedad.
- Podría ser un problema de relativa facilidad en su detección. Bueno, cuando se conoce la vida de los hijos y la sintomatologia.
- Un niño con estos problemas nos habla del problema como familia al desconocer los padres a sus hijos, de una pastoral deficiente, al no persivir el problema y de una fe sin fundamento.
- Sin embargo, busquemos que nuestros niños adoren porque cuando se hace en Espíritu y Verdad:
“De
los niños y de los que maman
Perfeccionaste
la alabanza”
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